
POLÍTICA EXPRÉS | * Torpeza legislativa: transitorio inconstitucional exhibe fisuras y descoordinación en Morena
La aprobación de la reforma a la Ley de Amparo en el Senado dejó una mancha innecesaria: el transitorio que buscaba aplicar retroactivamente sus disposiciones. Quien haya sido el autor, cometió una torpeza política y jurídica monumental, pues cualquier abogado sabe que la Constitución prohíbe expresamente la retroactividad en perjuicio.
Resulta increíble que se haya insertado un transitorio tan burdo, a sabiendas de que sería declarado inconstitucional por la Suprema Corte. La inclusión, de madrugada y sin debate abierto, genera más sospechas de maniobra política que de descuido técnico. Pareció más un intento de intriga palaciega que de legislar.
Algunos especulan que fue un intento de quedar bien con la presidenta Claudia Sheinbaum, endureciendo el marco contra empresarios como Ricardo Salinas Pliego, que arrastran juicios fiscales multimillonarios. Otros ven la mano de algún peón político de López Obrador o incluso de Adán Augusto López, buscando generar presión.
Sea cual sea la motivación, la jugada fue un error garrafal. Porque en política, además del fondo, importa la forma. Incluir un transitorio evidentemente inconstitucional solo da armas a la oposición, mina la credibilidad legislativa y proyecta descoordinación dentro de Morena, en un arranque de sexenio que debía mostrar firmeza.
Sheinbaum actuó con rapidez al desmarcarse de la retroactividad y pedir a Diputados corregir el yerro. Fue una decisión acertada, pero al mismo tiempo reveló fisuras internas. La presidenta, en su afán de priorizar la legalidad, terminó exhibiendo que el Senado no mide las consecuencias de sus propias maniobras.
El trasfondo no puede ignorarse. Salinas Pliego mantiene un enfrentamiento abierto con la 4T, acumulando deudas fiscales y desplegando críticas en redes sociales. Cerrarles el paso a sus amparos era tentador para algunos legisladores. Pero intentar hacerlo con un transitorio inconstitucional era condenarse al ridículo político y jurídico.
El artículo 14 de la Constitución es clarísimo: las leyes no pueden tener efectos retroactivos en perjuicio de persona alguna. Pretender lo contrario no es valentía política ni audacia legislativa; es simplemente ignorancia o mala fe. Y lo peor: ese paso en falso pudo desatar un choque innecesario con la Corte.
Es un caso que muestra cómo la improvisación erosiona la confianza en el proceso legislativo. Si Morena y sus aliados creen que todo se resuelve con mayoriteo nocturno, olvidan que la Constitución marca límites precisos. Esos límites no se borran con transitorios improvisados ni con caprichos partidistas.
La reforma en sí tiene méritos al buscar frenar abusos del amparo como herramienta dilatoria. Pero la torpeza de ese transitorio terminó opacando el debate real: cómo equilibrar eficacia administrativa con respeto a derechos fundamentales. Se privilegió el golpe político sobre la técnica jurídica, y el resultado fue contraproducente.
Pero más allá de quién metió ese transitorio, el episodio deja una clara lección: la Constitución no se dobla por conveniencia. Pretender hacerlo solo evidencia falta de estrategia, de oficio político y de respeto institucional. Una torpeza innecesaria que terminó debilitando a quienes quisieron mostrarse más fuertes.

