
Era escritor en México, ahora es albañil en EU
Carlos José Pérez Sámano tiene cuatro libros publicados: uno de poesía, otro de cuentos y dos narrando sus aventuras por África. Carlos se considera a si mismo un escritor. Después de conocer a su actual pareja por internet, Carlos se mudó a Estados Unidos, en donde la vida en dólares acabó pronto con sus ahorros.
La falta de dinero llevó al escritor a tomar la decisión de ir a buscar una de las camionetas que contratan a los sin papeles para trabajar de albañiles, plomeros, electricistas, piscadores… Ahora, Carlos se describe a si mismo como albañil. “Sigo siendo escritor, pero también soy albañil”.
“Al principio quería ser empacador” comienza narrando Carlos. Se presentó a las cinco de la mañana en un cash corner. Es decir, la esquina que le habían indicado a esperar a la camioneta que recoge a los mojados que buscan trabajar. Sin embargo, la prometida camioneta no pasó ese día.
En su lugar apareció otro vehículo, conducido por un coreano, que le prometió al escritor encontrarle otro trabajo. “Me llevó a un lugar desconocido, manejando durante una hora sin hablar”, cuenta. Finalmente llegaron al lugar de destino y se le asignó a Carlos una tarea: impermeabilizar techos.
Desde ese día el escritor, además de hacer libros, se ha dedicado a reparar casas quemadas, arreglar fugas, instalar sistemas de captación de agua de lluvia y limpiar zonas de alto riesgo en hospitales. Su experiencia, además de proporcionarle los dólares necesarios para poder vivir, refleja la realidad de las miles de personas indocumentadas que trabajan en Estados Unidos.
Por el trabajo que hace Carlos, así como sus compañeros, la remuneración es de 10 dólares la hora. Aunque eso equivale a unos 200 pesos mexicanos, el costo de vida en Estados Unidos es mucho más alto. Por ejemplo, una Coca Cola de 600 ml puede llegar a costar hasta 25 pesos.
Además, personas de origen estadounidense, conocidas como contratistas, ganan dinero a costa de los trabajadores. “Solo por irnos a recoger en las camionetas y supervisarnos los contratistas ganan unos 30 dólares la hora, el triple que nosotros”, se lamenta Carlos.
La seguridad de los trabajadores tampoco es una prioridad, cuando Carlos y sus compañeros limpian áreas con tóxicos de alto riesgo en hospitales, deberían de recibir máscaras y trajes especiales. Sin embargo, algunas veces les son proporcionados y otras no. “Si se enferma alguien, vale madres. Solo es uno más del montón” describe el escritor la situación.
Acerca de cómo fue recibido entre los demás trabajadores, Carlos cuenta que al principio a sus compañeros les pareció extraño que él estuviera ahí. “Me decían que si había estudiado hasta la licenciatura, que porqué no buscaba otro trabajo”. Sin embargo, los albañiles ya se acostumbraron a contar con un escritor entre sus filas y ahora piden leer sus libros.
Con información de Agencias