CONTRAFUEGO… «¿Moratoria? ¡Disolución del Congreso!» – Aurelio Ramos Méndez
¿Moratoria? ¡Disolución del Congreso!
Curiosa manera de defender la democracia, el equilibrio institucional y la Constitución halló en su atolondramiento electoral la coalición Va por México: La virtual disolución del Congreso de la Unión.
En modo alguno es exageración. La anunciada “moratoria constitucional”, consistente en irrespetar la capacidad de iniciativa del Ejecutivo dejando de atender sus proyectos de reforma a la Carta Magna, implica algo peor que un fujimorazo.
La clausura del Congreso en el Perú, hace tres décadas, fue un golpe asestado desde el autoritarismo presidencial por Alberto Fujimori. En San Lázaro, el aldabonazo en el portón –tranca incluida—ha sido propinado desde adentro.
Tal moratoria fue declarada por los tres alegres compadres que encabezan el PRI, el PAN y ese muerto insepulto que es el PRD, debido a la supuesta intromisión del gobierno federal en las elecciones del 5 de junio en seis estados.
La insólita medida significa que en lo restante de la Legislatura; es decir, hasta el final del sexenio, las bancadas de estos tres partidos renunciarán a conocer, debatir y aprobar o rechazar asuntos trascendentales para el país.
Capitulan en su alta responsabilidad parlamentaria con respecto a temas que por su importancia merecen un proyecto de reforma, adición o derogación constitucional por el Ejecutivo.
Lo cual, en plata blanca, implica en los hechos la eliminación del Legislativo, porque en éste la oposición sí es centavo que completa el peso.
Sin al menos un gajo de la oposición nomás no se alcanzan las dos terceras partes de votos camerales indispensables para toda reforma de tal calado.
La rama del poder público garante de la estabilidad institucional, el control de los otros poderes, el ejercicio y preservación de la democracia y el respeto a la Constitución, tramitará sólo asuntos punto menos que de barandilla.
El país regresará a tiempos que creíamos para siempre superados, cuando las cámaras legislativas destinaban gran parte del breve periodo de sesiones a temas baladíes.
Los llamados corcholatazos, por ejemplo. Las autorizaciones para que mexicanos pudieran recibir y usar condecoraciones de gobiernos extranjeros. O los permisos al Ejecutivo para ausentarse del país, y, desde luego, el turismo parlamentario.
Los comicios en Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas, Quintana Roo, Durango y Aguascalientes, se desarrollaron con relativa limpieza. Sin que en ningún caso las irregularidades alcanzasen el 20 por ciento indispensable para la anulación.
Discurrieron con intromisiones del líder de la 4T, sí, pero también de gobernadores como Francisco Cabeza de Vaca, José Rosas Aispuro, Martín Orozco y Carlos Joaquín González.
La práctica disolución del Congreso constituye un golpe tan antidemocrático como desesperado, producto del desastroso desempeño electoral de la coalición opositora.
Constituye una maniobra para tratar de sofocar los reclamos de revisión de la nómina de líderes y membretes, planteados por miembros distinguidos –Mauricio Kuri y Gustavo Madero, entre muchos– de ese amasijo de fuerzas y políticos de toda laya.
El lance parece dar tardía respuesta a Madero, quien hace un año, tras las elecciones intermedias, criticó el autoengaño –o descarada mentira– del supuesto arrebato a Morena de una mayoría calificada que nunca tuvo.
“Aunque nos duela reconocerlo, Morena y sus aliados seguirán aprobando el presupuesto, todas las iniciativas y cambios legales que quieran con sus propios votos (igual que ahora), y podrán modificar la Constitución y los nombramientos si convencen a unos cuantos legisladores del PRI o MC (igual que ahora)”, tuiteó en aquella ocasión el exlíder panista.
Y añadió:
“Lo que no nos atrevemos a reconocer es que Morena y sus aliados mantienen la mayoría de las curules en la Cámara de Diputados, en el Senado y en las legislaturas locales”.
La mayoría absoluta –se entiende—, no la calificada, pues alcanzar ésta aún obligará a Morena comprar votos de opositores venales. No sólo de integrantes del PRI y el MC, como maniqueamente sugiere Madero, sino también del PAN.
Con respecto a los comicios del pasado domingo, el propio exdirigente panista instó a la pandilla encabezada por Claudio X. reconocer que sufrió una debacle electoral en los seis estados.
Y admitir, además, que en los últimos cinco años los otrora tres principales partidos dejaron de gobernar a 76 millones de mexicanos, pues si en 2017 gobernaban a 114 millones ahora lo harán sobre 38 millones.
La cosa es clara. Ante el fracaso electoral en los gobiernos estatales y el Legislativo federal, Va por México decidió clausurar de hecho este poder del Estado para evitar correr el riesgo una desbandada de legisladores vendidos al oficialismo.
Entre los pocos asuntos importantes que la oposición no desatenderá está, ¡obviamente!, el debate y aprobación del Presupuesto federal. La razón es simple.
Se trata de un asunto de dinero, que ofrece a los diputados la posibilidad no sólo de ejercitar el clientelismo, sino de obtener jugosos dividendos, contantes y sonantes, en forma de moches.
Práctica ésta con relación a la cual –el pasado no perdona– el PAN es adicto y probada y reconocidamente experto.
BRASAS
De acuerdo. Cualquier cosa puede parecerse en muchos aspectos a cualquiera otra cosa; pero, hasta cierto límite, después del cual las comparaciones ya no caben.
Viene a cuento esta aseveración por el parangón que desde el predio opositor algunos han establecido entre el viejo PRI y Morena, que ciertamente son como siameses. Lo que nada tiene de malo, al contrario.
Desde su origen como PNR en 1929 y su metamorfosis en PRM en 1946, el PRI había sido un frente amplio con una noción de la justicia social inspirada en la Revolución Mexicana, en el cual cabían todos los grupos y sectores.
Era ese PRI, sin exageración alguna y a juzgar por sus documentos básicos –Declaración de Principios, Estatutos y Programa de Acción– uno de los mejores partidos del mundo. Lo pervirtió el poder y lo pudrió su praxis política.
En 1987 puso casa aparte lo más decentito de ese partido, hastiado del autoritarismo, la ausencia de democracia, la simulación, la corrupción, la venalidad, el amiguismo y el compadrazgo.
Con la atomizada izquierda –del PCM al PMT y otras fuerzas—los emigrados fundaron el PRD, del cual no queda ni la osamenta, pero cuyo membrete Los Chuchos venden al mejor postor.
La derecha priista se echó en brazos de la minúscula, pero poderosa derecha histórica agazapada en el PAN, que absorbió además al partido del gallito y otros zombis.
Así, bien visto el asunto, Morena en efecto se parece al PRI, pero también al PAN.
Estos tres entes son partidos, tienen documentos básicos, estructura directiva y militantes; viven del erario, compiten en elecciones…
Se parecen tanto entre sí como un gallo, un cuervo y un papagayo, tercia en la que todos pertenecen al reino animal y son aves con plumas, alas, pico y cola. Pero hasta ahí.
No es malo que Morena se parezca al más remoto PRI. Sí, que sea como el PRI de su última etapa, posterior a la salida de quienes integraban la llamada Corriente Democrática: concubino de la derecha, sin democracia interna, autoritario y carcomido hasta el tuétano por la corrupción.
El PAN, por su lado, que suele pronto perderle el asco a todo, debe reconocer que se quedó con la porción más putrefacta del otrora partidazo. Que con su pan se lo coma.
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Con la apabullante legitimidad de haber captado 60 por ciento del caudal de votos, Salomón Jara ya anunció que en el gobierno de Oaxaca no reciclará funcionarios. Qué bueno.
Morena desplazó al PRI de su hegemonía histórica en este estado, con más 35 puntos de diferencia. Y las fuerzas de oposición, entre todas, no hicieron un caldo de gobernador.
Es razonable entonces que el próximo gobierno sea integrado por miembros de una nueva clase política, de la cual se espera, eso sí, que sea competente, laboriosa y honesta.
Sería lamentable que la nueva administración resultase no jaranista, sino jaranera, y que, al final, arrojase una comalada de nuevos ricos que le hayan hurtado al erario más oro del que se llevó el Rey Salomón del mar Rojo.
“No voy a reciclar a ningún diodorista, a ningún ulisista, a ningún gabinista ni a ningún muratista. ¡A ninguno! Vamos a tener funcionarios servidores.
“Hay mucho talento como para tener a compañeros, amigos, con capacidad, profesionalismo, conocimiento y experiencia”, dijo el ganador de la contienda.
Lo veremos. Mas es también deseable que el nuevo equipo gobernante surja de una cantera de políticos locales, comprometidos con el terruño.
Todavía se resienten las consecuencias de haber atrofiado, hace casi cuatro décadas, la formación de cuadros políticos y administrativos estatales con la llamada legión extranjera y advenedizos de toda laya que asaltaron el gobierno.
Quien ya tiene cupo asegurado en el nuevo equipo y no debería desdeñarlo es Susana Harp. Debe asumir los fracasos como gajes del oficio y entender que la política es un vuelve y juega permanente.
Cualquiera que sea la decisión de la legisladora, es justo reconocerle la sensatez de no haber emulado al hombre bala. Ese personaje de circo a quien uno ve en un extremo de la pista y, en un santiamén, ya está en el otro lado.
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El presidente López Obrador se le metió al rancho al boquisucio Alito Moreno y encartó al gobernador Alejandro Murat en el naipe de presidenciables del PRI.
Y entró también en la parcela de Marko Cortés para echar al agua al yucateco Mauricio Vila, lo que sulfuró a la cúpula del blanquiazul.
No es para menos, el panismo constituye la base del combo armado por Claudio X. con miras al 2024.
El titular del Ejecutivo federal se manifestó porque ya no haya tapados, que son –dijo—de los tiempos del dedazo.
El fin del dedazo parece corroborarse con la abundancia de prospectos a la grande. Ya se observa una genuina floración de presidenciables. Se dan silvestres. Y hasta podría decirse que no aspira el que no quiere.
A las corcholatas de Amlo que son Sheinbaum, Ebrard, Tatiana, Adán Augusto, Rocío Nahle, y el disidente Ricardo Monreal, se han sumado ocho diputados federales.
Ellos son Gerardo Fernández Noroña, Santiago Creel, Gabriel Quadri, Alejandro Alito Moreno, Patricia Armendáriz, Salomón Chertorivski, Margarita Zavala y Antonio Pérez Garibay.
Y ahora están también los gobernadores Murat y Vila, además de Enrique Alfaro y Samuel García, y el alcalde Luis Donaldo Colosio.
Más otros nombres que, en distintos momentos, han sido incluidos en la sonaja: Juan Ramón de la Fuente, Hugo López Gatell, Claudio X., Marko Cortés, Lorenzo Córdova y hasta Carlos Loret de Mola. ¡Uf!
Como en Tepito. Uno acaba por no saber a cuál grito atender ni cuál changarro mirar.
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Lo dicho: la IX Cumbre de las Américas resultó un sonado fracaso para la diplomacia estadunidense. Poco más que un encuentro de alcaldes, algunos justificadamente retobados.
No podía ser de otra manera, sin los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, absurdamente excluidos por el anfitrión, y sin el mexicano y el boliviano desdeñados en su exigencia de genuina integración, más la ausencia por diversas razones de los de Guatemala, Honduras y El Salvador.
Jugaron bien sus cartas los latinoamericanos. Al alejamiento de unos de la junta angelina se añadieron las reclamaciones de otros –Argentina y Belice—, debido al injusto derecho de admisión ejercido por el imperio.
La mayoría de los asistentes participaron sin gran entusiasmo en las deliberaciones, sabedores además de que en estos cónclaves ideados por el Departamento de Estado suele haber mucha espuma y poco chocolate.
Influyó en los pobres resultados el patente desinterés de la potencia hemisférica de contribuir a la solución de los problemas regionales.
Prueba al canto. Esta es la hora en que el gobierno gringo no ha desembolsado ni un centavo de los cuatro mil millones de dólares que Donald Trump se comprometió desde inicios de su administración canalizar a Centroamérica.
El punto a favor fue para Amlo por más que la oposición pretendió hacer tiras con su pellejo. Y que –en el colmo de la desnacionalización– celebró el insulto del comicastro Jimmy Kimmel, quien dijo que a México le tocaba llevar el guacamole.
Ganó también Joe Biden en sus cálculos electorales. Condescendió ante el ala dura de los republicanos al darle portazo a Díaz Canel, Maduro y Ortega.
Y hasta el chismoso senador Ted Cruz buscó llevar agua al molino de la gusanera de Miami. Afirmó, sin prueba alguna, que el Presidente mexicano ha entregado al narco regiones enteras de nuestro territorio. Patraña que la oposición –¡cómo no!—repitió hasta la náusea.
Ya va siendo hora de que Biden extienda el acta de defunción de este inútil cónclave.
aurelio.contrafuego@gmail.com
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