Megaofrenda del Zócalo: un último adiós
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Con la Catedral Metropolitana y Palacio Nacional de marco, decenas de trajineras con ofrendas inundan el Zócalo. Destaca una, la única personalizada y ante la cual más gente se detiene, dedicada a un joven llamado Diego.
El viento mueve el papel picado rojo, amarillo, azul, rosa y naranja que adorna la trajinera. Adentro, entre las figuras de barro, flores de cempasúchil y pan de muerto, se ven las fotografías del joven, quien falleció en septiembre.
Un grupo de españolas, con lentes oscuros y cámara en mano, fotografían la trajinera dedicada a Diego. Del techo cuelgan algunos poemas y cartas, que una pareja capitalina lee en silencio.
A un lado de ellos, un matrimonio que viene de Puebla comenta sobre la importancia de celebrar el Día de Muertos, «el rescatar nuestras tradiciones y darle el valor cultural que tiene a la celebración de la muerte».
El sonido del organillo parece musicalizar el momento en que Fanny, una vendedora de artesanías maquillada de Catrina, lee en voz alta una carta pegada al frente de la trajinera de Diego. Pronto, las miradas de quienes están alrededor se vuelven hacia la chica de cabello rojo.
Detrás de ellos está el escenario donde se realizarán varias actividades artísticas durante los días que esté la megaofrenda; las pruebas de sonido atraen a quienes caminan entre las trajineras. Sin embargo, aquellos que rodean la balsa con las fotos de Diego no apartan su atención de Fanny.
Quienes pasean en el Zócalo avanzan hacia el escenario para tomar el mejor lugar. Fanny detiene su lectura mientras el sonido del organillero es consumido por la música al fondo, suspira y cita la última frase que contiene la carta: «confiabas en el talento de un país de imposible explicación».
Durante un instante, quienes la rodean intercambian miradas para después seguir su recorrido.
Con información de: Milenio