Chander: 4 años de impunidad para un futbolista de 16 años ejecutado por policías de Oaxaca

Chander: 4 años de impunidad para un futbolista de 16 años ejecutado por policías de Oaxaca

Al cumplirse en junio 4 años del asesinato del futbolista oaxaqueño-americano a manos de la policía municipal de Acatlán, una ejecución extrajudicial, sólo un policía de los 5 que participaron ha sido sentenciado

Cuando Vicky Gómez, mamá de Alexander Martínez “Chander”, lo encontró en la tierra, no sabía que su hijo tenía un disparo en la cabeza.

Dos niños que venían con Chander rumbo al centro de Vicente Camalote, una comunidad ubicada a 435 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, luego de ir a comprar refrescos a una gasolinera, llegaron asustados a decirle que los policías municipales les echaron la patrulla encima y les dispararon a nueve amigos más. Ellos y los otros corrieron asustados, escaparon de un retén de sirenas apagadas en medio de la nada.

— ¿Y Chander, dónde está?,— preguntó Vicky.

— Se quedó tirado, — le dijeron. Vicky tomó las cosas que pudo y se fue con su cuñada a la carretera que da al Ingenio Las Margaritas a la salida del pueblo, dice a EL UNIVERSAL.

Durante el trayecto de poco más de un kilómetro, su corazón descendió al lugar más oscuro. No había miedo. Ella cree que era la rabia de pensar que habían lastimado a su hijo, una especie de asombro que le adormeció el corazón: media hora antes había estado con Chander en casa de su abuela, hablaron de la vida, sobre su futuro como universitario becado por su talento para el futbol, en una universidad privada en el Golfo de México.

En el trayecto era una mujer sin miedo pidiendo al cielo que su hijo estuviera a salvo. “¡Chander está bien, ¡Chander está bien! ¡Chander tiene que cumplir su sueño de ser futbolista profesional!”, se repetía con el corazón en vilo. La ira hacia combustión y creció cuando llegó al entronque donde fue el ataque. Vio las torretas apagadas de la patrulla municipal 023 y cinco policías radiando en la noche y que no le decían nada sobre su hijo, policías que esperaban ordenes de algún lugar, esperando a algo o alguien, agazapados aguardando indicaciones con absoluto silencio.

Vicky los encaró para que le dijeran qué le habían hecho a su niño.

En la ladera del camino, a unos metros de la patrulla, estaba el cuerpo delgado de 16 años de Chander con la motocicleta Vento encima de sus piernas raspadas. Vicky gritó que le ayudaran a quitar de encima la moto de las rodillas de su hijo. “Las piernas de un futbolista son su vida”, pensaba.

Ella sola, como pudo levantó los 105 kilogramos de peso de la moto, para liberar el cuerpo consumido de Chander. Se percató de sus brazos desencajados; el muchacho tenía sangre en la cien, un hilo de sangre muy delgado, escurriendo por la mejilla, el rostro tranquilo como si sólo estuviera dormido. Vicky tomó sus manos aún tibias, la cara sucia, lo abrazó en la tierra, esperando una ambulancia, creía que su hijo estaba descalabrado.

Policías que fusilan

Desde hace mucho tiempo el estado sabe que la policía municipal de Acatlán de Pérez Figueroa está a tiro de fuego. Al menos, cuatro meses antes de que Chander fuera asesinado por los elementos policiales de ese municipio, las autoridades estatales de seguridad sabían que el territorio llevaba años en disputa por grupos del crimen organizado, tenían como sombra en medio de cacerías humanas en los cañales, a la corporación de policía local.

En la febrero de 2020, el gobierno de Alejandro Murat (PRI), de Oaxaca, y de Cuitláhuac García, de Veracruz (Morena), firmaron un acuerdo de seguridad para reforzar la frontera. Días antes del acto protocolario, las autoridades descubrieron fosas clandestinas con 14 cuerpos en San Pedro Ixcatlán, un municipio que colinda con Acatlán a través del embalse de la presa “Cerro de Oro”. Según testigos, los cuerpos de seguridad acateca cruzaban 22 kilómetros a patrullar un pueblo junto al río llamado Cerro Mojarra.

El 15 de mayo de 2020, veinticuatro días antes de la ejecución extrajudicial de Chander, como catalogó el crimen la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), la policía municipal de Acatlán fue participe de una presunta ejecución sumaria que oficialmente tuvo un saldo de 10 asesinatos. Los medios locales y pobladores documentaron con fotos y videos el posible fusilamiento, los cadáveres expuestos en el asfalto en las inmediaciones de Arroyo de en Medio y el Ingenio Las Margaritas. Una desviación entre el pueblo de Vicente y Acatlán, misma ruta donde la noche del 9 de junio también Chander fue asesinado en una emboscada.

En aquella refriega documentada por pobladores en la que participó la policía municipal de Acatlán, los cuerpos de las personas lucían baleados, según las fotos y los testigos. Las víctimas tenían armas de alto poder regadas alrededor de sus cuerpos tirados sobre la carretera destruida. Armas limpias que parecían colocadas para una exhibición, al lado de hombres muertos por múltiples disparos a pesar de tener puestos chalecos antibalas. En medios locales se filtraron audios del presunto grupo armado y en ellos se escucha cómo durante la balacera, previo al asesinato masivo, dicen, “los policías recibieron luz verde para que nos traben”.

En videos grabados por los pobladores se narran los disparos en la cabecera municipal y persecuciones que continuaron por más de dos horas. Se ve a hombres de camisas negras con las manos en la nunca en su momento final, bajando de una camioneta blanca, rendidos frente presuntos policías de Acatlán, después decenas de disparos, la turbulencia y la oscuridad.

“Yo sabía que lo habían matado, pero quería salvarlo”

Alexis Martínez, hermano de Chander, escuchó alrededor de las 10 y media de la noche al menos cuatro disparos: una ráfaga tras otra perdida a lo lejos.  Estaba con su novia y unos amigos que también escucharon las balas percutidas. Media hora después le avisaron que su hermano estaba herido, que una patrulla municipal que hacía rondines en la carretera estatal El Amate- Yanga atacó a varios estudiantes en el pueblo.

“Cuando me dijeron que habían atacado a los muchachos, yo supe que habían matado a mi hermano”, dice Alexis con el rostro desencajado, casi inexpresivo. No lo sabía, lo sintió, corre el manto para afirmar que fue una revelación que le cayó de pronto y le encendió el cuerpo. Su mamá lo había mandado a llamar y él sabiendo por dentro que su hermano había muerto, corrió para ver si podía salvarlo de alguna forma.

Alexis habla de Chander con una conexión de un hermano mayor que fue como un segundo padre. Se retrae en la mesa de la cocina de la casa de su abuela donde la familia de Chander habla con El Universal, cuenta la historia, mientras las mujeres de la casa lloran juntas, y él parece que quiere llorar, pero cuenta los detalles con enojo, la mirada perdida, el pecho fuerte, conserva en el pequeño garaje la moto intacta y limpia de su hermano.

“Éramos dos, y ahora sólo estoy yo para cuidar a mi madre y exigir justicia”, dice que llegó con su hermano de Estados Unidos, donde vivió su papá, buscando la tranquilidad y la humedad del pueblo, a revivir el calor de cuando niños, un pueblo que antes estuvo en paz. Él ahora se dedica al negocio de la música, a los sonidos y Chander ganaba su dinerito jugando en los equipos de la región al fútbol y era la estrella de la preparatoria.

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Alexis cuenta que no quita de su mente esa noche del 9 de junio de 2020 cuando vio a su madre sentada en el suelo abrazando a su hermano. Aquella noche encaró a los policías, les dijo que los otros jóvenes vieron el ataque, cómo la balas se incrustaron en los árboles y cómo él y otros más oyeron varios disparos. Dice que cuando llegó la ambulancia, un policía municipal le hizo la seña y le dijo que se fuera, que Chander tenía una bala letal y no había nadie herido. Él cree que por insistir en varios disparos, que otros más oyeron, y denunciar la complicidad del gobierno municipal en el intento de encubrir la muerte de su hermano, recibe amenazas desde entonces. La primera fue poco después del novenario.

“Ya no le muevan y váyanse a la verga, ya vieron lo que le pasó al muchacho”, le advirtieron. Alexis muestra los mensajes, mandados por un supuesto sicario anónimo.

Una herida de bala que no se veía en los abrazos

“Vas a recoger a mi hermano como si fuera tu madre y de aquí no te vas”, le dijo Alexis al conductor de la ambulancia aquella noche pegándole al toldo para que no obedeciera a la policía municipal. Recogieron el cuerpo abatido de Chander entre todos, deambularon por los hospitales fronterizos, el del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y el Centro de Salud estaban cerrados por la pandemia de Covid-19.

Su mamá logró que recibieran a su hermano con un médico particular conocido de la familia.

Alexis, una prima, un doctor en silla de ruedas y el auxiliar médico pusieron a Chander sobre una vieja cama de levitación. Le pidieron a Vicky que saliera para poder atender al joven. Vicky le decía al doctor que no sabía qué le habían hecho los policías. Cientos de personas rodearon el pequeño centro médico.

Vicky escuchó los murmullos de la gente hasta que las palpitaciones le hicieron querer ver de nuevo a su hijo dormido. El aire le faltaba, un vacío en la boca del estómago nublaba cualquier pensamiento de esperanza y la gente no dejaba de murmurar.

Alexis estaba en el cuarto junto a su hermano tendido. Vicky golpeó la puerta para que le abrieran. Cuando entró todos estaban llorando.

— ¿Murió mi hijo doctor?, —preguntó. No respondió nadie.

— ¿De una bala?, ¿dónde?, — insistió la madre. Alexis, inmóvil, vio cómo el doctor mostró la herida a su mamá.

“Cuando acaricié su cabeza, moví sus cabellos húmedos, vi que había una herida que no pude ver durante todo el tiempo que lo tuve en mis brazos, sólo ahí pude entender que mi hijo ya no estaba con nosotros”, dice Vicky, ahora parada en la misma calle que hace cuatro años.

Rodeada de cuatro escoltas con armas largas que la cuidan por intervención del consulado de Estados Unidos. Segura, dice que tiene menos miedo que antes.

Un cacique y hombres armados

Ha caído la tarde en Vicente Camalote, y un viento del norte refresca un poco los 35 grados de la Cuenca del Papaloapan oaxaqueña. Frente al sepulcro de Chander, familia, amigos cercanos cuidados por guardias que no se separan, rezan y ponen flores en una sepultura que tiene decenas de fotos.

Al lado del mausoleo, los testigos dicen que cuando Chander estaba tirado en el piso, un policía municipal quiso colocarle un arma en las manos, para hacer pasar el asesinato por un enfrentamiento, para ellos desde el principio el gobierno municipal de Acatlán, gobernado entonces por el expanista Adán Maciel Sosa, hizo un montaje para cubrir a los policías, incluso declaró oficialmente en videos que todo había sido un accidente.

“Los guardaron, para luego devolverles el trabajo como policías y guardaespaldas”, dice una testigo que apoya a la familia del joven futbolista asesinado, no disimula su enojo y preocupación. Las calles de Acatlán y Vicente están llenas de bardas pintadas del mismo político, que ahora aspira a ser diputado federal por el distrito 01 de Tuxtepec, cobijado por Morena.

Después del ataque, los policías no pudieron hacer pasar el hecho como un enfrentamiento porque varias personas los vieron, pero todavía pudieron quitar al otro día balas de los árboles, los cortaron, alteraron la escena del crimen.

Los testigos que apoyan a la familia de Chander, hablan poco, casi en silencio, oran junto a Vicky y Alexis en la tumba del joven futbolista, dicen que Acatlán es una tierra gobernada por un cacique que tiene años controlando la zona con hombres armados.

Policías protegidos

— ¿Qué hay del detenido, que fue reaprendido y sentenciado a 40 años?, se le pregunta a la mamá de Chander, sabiendo que el expolicía Sergio R., fue condenado el 25 de enero de 2024.

“Al menos con ese asesinato parece que hay justicia, pero no participó el solo, el resto de policías siguen libres e impunes, incluso unos aquí como si nada trabajando para el mismo patrón. El que fue condenado vimos como tuvo abogados pagados por gente rica y como fue dejado en libertad, tuvo que pasar un año y nueve meses para que volvieran a detenerlo a pesar de que el asesinato de mi hijo era calificado como ejecución extrajudicial”, Vicky habla con claridad sobre el proceso legal, ha aprendido luego de audiencias, careos, movilizaciones.

Mientras se le entrevista, la policía municipal da cuatro rondines sobre la calle. Alexis no deja de voltear para todos lados, los agentes asignados flanquean los parajes estratégicos con sus manos sobre el gatillo de sus armas. En las calles del pueblo existe la sensación de que siempre te están mirando, motocicletas en las entradas y salidas se mueven escalonadas detrás de los vehículos que llegan a través de la desviación de El Amate.

“Chander no volverá, sólo esperamos que esos 40 años se cumplan, son muchos los jóvenes que fueron lastimados por los policías municipales, esto está sucediendo en toda la frontera de Oaxaca y Veracruz. Son jóvenes que no merecían morir, que no fueron asesinados por error sino por policías que saben que tienen impunidad”.

Vicky habla ahora frente a un mural que hicieron los amigos de Chander a unos metros de la casa de su abuela. Camina con ella del brazo hasta la pequeña cancha donde despidieron al joven futbolista y le hicieron un homenaje de cuerpo presente.

La familia muestra la recomendación 1/2021, emitida por la DDHPO que se señala: “Chander fue víctima de graves violaciones de derechos humanos, provocadas por la violencia policial que constituyó una ejecución arbitraria de la vida, uso ilegal de la fuerza y la posterior falta de acceso a la verdad y la justicia”. Una recomendación que está dirigida al municipio de Acatlán de Pérez Figueroa y a la Fiscalía General del Estado de Oaxaca (FGEO), que a través de testigos, contradice las versiones iniciales que querían dejar el asesinato de forma circunstancial, producto de un “arma disparada accidentalmente”.

Dice Vicky que a pesar de la recomendación, el gobierno municipal de Acatlán sigue incumpliendo protocolos, se quedó con evidencias, y nunca las autoridades aplicaron la cadena de custodia de las pruebas.

Tampoco a los policías municipales se les hizo ni se les han hecho, pruebas de drogas, alcohol. Ni se les hicieron las pruebas de que dispararon y además siguen al frente de las patrullas, incluso el hijo y el sobrino del expresidente acateco, fueron detenidos el 19 de julio de 2023, junto a otros dos hombres con armas de alto poder y fueron liberados.

Es 16 de febrero. Por la mañana el Comité Estatal de Morena nombró a María Elvira Maciel Sosa, hermana del expresidente Adán Maciel Sosa, como coordinadora Municipal de los Comités de Defensa de 4ta Transformación en el municipio de Acatlán de Pérez Figueroa. Vicky sabe que está en peligro, que está en una región de calor intenso que se parece un poco al infierno, insiste que moriría en la raya para que Chander tenga justicia.

*Con información de El Universal 

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