
POLÍTICA EXPRÉS | * Sheinbaum, entre la espada y la pared: amenazas que acechan su sexenio incierto
La frase de Claudia Sheinbaum, “si me dejan terminar el sexenio”, sacudió el ambiente político de México. No fue un error retórico: expuso la fragilidad de su poder. En democracia se entiende como referencia a la revocación de mandato, pero el mensaje revela mucho más: inseguridad, presiones internas y amenazas externas.
El país vive un momento crítico. La presidenta enfrenta un tablero político complejo, donde confluyen intereses criminales, presiones internacionales y divisiones en Morena. Reconocer que su permanencia no depende solo de ella equivale a desnudar la realidad: los poderes paralelos condicionan la estabilidad presidencial más que la voluntad ciudadana.
El escándalo del huachicol fiscal es una de las pruebas más explosivas. La evasión y simulación en la venta de combustibles podría superar el billón de pesos. No es solo un fraude monumental: arrastra a empresarios y políticos vinculados al obradorismo, poniendo a prueba la promesa de Sheinbaum de combatir la corrupción.
El dilema es evidente: ¿romperá Sheinbaum con los intereses que le heredó López Obrador o se limitará a administrar el daño? El huachicol fiscal no es un caso aislado. Exhibe la red de complicidades construidas al amparo del poder y que hoy desafían la credibilidad de la llamada Cuarta Transformación.
A ello se suma la creciente influencia del crimen organizado. En múltiples regiones, los cárteles deciden quién gobierna y cómo. La violencia electoral reciente mostró hasta qué punto su poder rebasa al Estado. Sheinbaum no puede ignorar que su estabilidad política también depende de los acuerdos o enfrentamientos con estas fuerzas.
Estados Unidos, siempre vigilante, añade otra capa de presión. Migración, fentanilo y seguridad fronteriza son prioridades de Washington, y cualquier titubeo puede derivar en crisis diplomática. La presidenta lo sabe: sus planes económicos, incluso el aumento del salario mínimo, dependen de mantener una relación funcional con la Casa Blanca.
Pero el enemigo más difícil quizá no está fuera, sino dentro. El fuego amigo en Morena crece. Viejos cuadros obradoristas ven a Sheinbaum como un obstáculo para sus ambiciones o negocios. Gobernadores, legisladores y operadores que responden a AMLO actúan como contrapesos internos, debilitando la cohesión del partido en el poder.
El peso de la herencia de López Obrador es asfixiante. Le dejó un movimiento fuerte, pero fragmentado por intereses. Le dejó una narrativa de transformación, pero también expedientes de corrupción. Y le dejó una sombra tan grande que obliga a Sheinbaum a definirse: ¿continuidad dócil o ruptura con identidad propia?
En ese contexto, la advertencia presidencial cobra otra dimensión. “Si me dejan terminar el sexenio” no es simple alusión a la revocación de mandato, sino reconocimiento de que su mandato está sitiado. Entre crimen, huachicol, presiones externas y fuego amigo, la verdadera amenaza es política, no constitucional.
Sheinbaum enfrenta el reto de construir su autoridad real. No basta con legitimidad electoral ni con promesas sociales. Deberá demostrar que puede doblegar intereses enquistados, resistir las presiones del obradorismo y enfrentar la violencia que erosiona al Estado. De lo contrario, su frase podría sonar como profecía anticipada.