POLÍTICA EXPRÉS | * ¿México se está convirtiendo en una narcosociedad?

POLÍTICA EXPRÉS | * ¿México se está convirtiendo en una narcosociedad?

Las imágenes recientes de hombres armados entregando despensas con el logo del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en comunidades inundadas de Veracruz son más que una provocación: son un espejo doloroso. Reflejan la presencia del crimen organizado donde el Estado se ausenta y la sociedad, cansada, comienza a normalizarlo.

El CJNG, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, no solo trafica drogas; también reparte ayuda, impone normas y dicta justicia. Su poder se ha expandido a casi todo el país. Hoy, los cárteles no solo controlan territorios: administran la desesperanza y manipulan la gratitud de los más pobres.

El diputado Hugo Eric Flores preguntó recientemente si México se ha convertido en una “narco sociedad”. La pregunta incomoda, pero resuena. Porque el problema ya no es solo territorial, sino cultural. El narcotráfico ha penetrado la vida cotidiana, las aspiraciones juveniles y hasta el lenguaje popular. El crimen se ha vuelto aspiracional.

Donde el gobierno no llega, el narco sí. En comunidades rurales, los cárteles sustituyen al Estado con una mezcla de terror y paternalismo. Entregan víveres, pagan funerales y “protegen” al pueblo. Así ganan legitimidad. No por miedo únicamente, sino porque ofrecen soluciones inmediatas a problemas que el gobierno ignora.

No se trata de actos altruistas, sino de una estrategia precisa. Cada caja de despensa con las siglas CJNG es una inversión en lealtad, una declaración de poder. El mensaje resulta obvio: “Nosotros sí respondemos”. Mientras tanto, las autoridades, rebasadas o cómplices, mantienen un silencio que duele más que las balas.

México vive una paradoja cruel: un país con más militares en las calles que nunca, pero con menos control sobre su territorio. Tres cuartas partes del país, según informes recientes, registran presencia criminal. La política de contención sin confrontación ha dejado campo libre a los grupos que ahora dictan su ley.

En las redes sociales, los corridos tumbados glorifican al narco. En los barrios, los jóvenes aspiran a ser “El Mencho” antes que un médico o ingeniero. En la política, alcaldes y diputados surgen con financiamiento oscuro. La cultura de la ilegalidad se ha infiltrado en el alma nacional como una metástasis invisible.

Las inundaciones de Veracruz son el último ejemplo: ante la tragedia, el CJNG llega primero, reparte y filma. El gobierno, lento y desorganizado, llega después… cuando el mensaje ya está grabado en el imaginario colectivo: el crimen actúa, el Estado reacciona. En esa diferencia de tiempos se juega la soberanía.

No es solo que el narco gobierne territorios; gobierna emociones. Donde debería haber indignación, hay resignación. Donde debería haber miedo, hay dependencia. Y cuando una sociedad deja de escandalizarse por ver criminales repartiendo ayuda, es porque ya cruzó una línea moral difícil de revertir.

Por eso, la pregunta del diputado Flores no es exagerada. México sí se está convirtiendo en una narcosociedad: una nación donde la ley se compra, la justicia se teme y la moral se negocia. No por vocación, sino por abandono. El narco no solo manda: educa, reemplaza y —lo más grave— convence.

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