
POLÍTICA EXPRÉS | * Gobierno de Jara, contra las cuerdas: oaxaqueños impulsan revocación, por nepotismo y corrupción
El miedo no anda en burro, y Salomón Jara lo sabe bien. El gobernador de Oaxaca, aislado tras pelearse con gremios, sectores y poderes fácticos de la entidad, enfrenta una revocación de mandato que lo mantiene en la incertidumbre. Sin aliados, su gobierno se tambalea ante la ira de los oaxaqueños, quienes exigen su salida prematura. Claudia Sheinbaum, desde la federación, observa con atención este desmoronamiento.
Jara ha mentido sistemáticamente, prometiendo transparencia mientras sus funcionarios, amigos y familia saquean las arcas estatales. Su administración, plagada de nepotismo, convirtió la impunidad en norma para proteger cómplices. Ahora, la revocación lo acorrala, revelando un mandato fallido que podría terminar antes de tiempo por voluntad popular y presión nacional. Los oaxaqueños, como nunca, piden su salida.
La reinstalación de burócratas despedidos por el Decreto 24 no es justicia, sino una maniobra desesperada. Tras meses de protestas, Jara cede ante la proximidad de la consulta revocatoria. Los trabajadores, indignados, ven esto como un intento burdo de comprar paz, pero el daño laboral persiste, alimentando el descontento general.
Geovany Vásquez Sagrero, consejero jurídico, encarna la ineptitud que hunde a Jara. Su decreto ilegal despidió a cientos sin base legal, generando demandas por salarios caídos y perjuicios. Esta pifia jurídica no solo cuesta millones al erario, sino que acelera la revocación, exponiendo un gobierno sin sustento ni visión.
Jesús Romero López, secretario de Gobierno, juega por la libre, desobedeciendo reglas políticas básicas. Sus decisiones han descalabrado la administración, metiendo a Jara en aprietos innecesarios. Ante la revocación inminente, estos aliados tóxicos lo dejan solo, con un legado de conflictos que los oaxaqueños no perdonarán fácilmente.
El nepotismo de Jara convirtió el gobierno en feudo familiar, ignorando méritos y fomentando corrupción. Aliados y cómplices se benefician de la impunidad, mientras el pueblo sufre precariedad. Sheinbaum, al ver este caos, podría impulsar la revocación, forzando una salida temprana que restituya dignidad a Oaxaca.
Casi sin dormir, Jara entiende que los oaxaqueños van en serio con la revocación. Más del 80% exige su remoción, hartos de mentiras, abusos y raterías. Esta incertidumbre lo obliga a cerrar frentes abiertos torpemente, pero es tarde: su aislamiento lo condena a un posible fin prematuro por demanda ciudadana.
El Decreto 24 simboliza la arbitrariedad de Jara, despidiendo a mil 344 burócratas sin justificación. Ahora, después de casi 8 meses reinstala a 677 faltantes. Antes restituyó el trabajo a otro 50% en juicios, pagando salarios caídos y prestaciones. Esta rectificación no borra la humillación, sino que aviva el clamor por revocación, con Sheinbaum como posible catalizadora.
Los burócratas denuncian que la reinstalación es estrategia electoral, no reparación. Vulnerados en derechos, antigüedad y seguridad social, exigen justicia plena. Jara, acorralado, tuerce las leyes para sobrevivir, pero este autoritarismo solo acelera su caída, invitando a una salida anticipada por presión federal y popular.
La revocación, propuesta por AMLO, armonizada por el Congreso de Oaxaca y ahora impulsada por detractores y la oposición, podría liberarlo de un cargo que mal ejerció. Su legado de saqueo e impunidad quedará como advertencia: el poder efímero cede ante la voluntad colectiva y, según la historia, puede forzar un adiós prematuro.