Gobierno de Sheinbaum, rebasado e improvisando ante nueva tragedia por lluvias: no se aprendió lección de Otis

Gobierno de Sheinbaum, rebasado e improvisando ante nueva tragedia por lluvias: no se aprendió lección de Otis

La magnitud de la tragedia provocada por las lluvias extraordinarias en México ya supera en víctimas al huracán Otis, pero, igual que entonces, el país enfrenta una emergencia marcada por la falta de planeación, seguimiento y atención oportuna. La historia se repite: el gobierno improvisa mientras la población paga las consecuencias.

Las lluvias ocurridas entre el 6 y 11 de octubre, influenciadas por los huracanes Raymond y Priscilla, dejaron al menos 64 muertos y 65 desaparecidos, además de casi 50 mil viviendas dañadas. Veracruz, Hidalgo y Puebla concentran el mayor número de víctimas, y los daños materiales aún no se han cuantificado completamente.

El caso más crítico se vive en Poza Rica, Veracruz, donde el desbordamiento del río Cazones inundó colonias enteras, dejó muertes y desaparecidos, y evidenció nuevamente la falta de obras preventivas. Las autoridades locales actuaron tarde, sin protocolos claros ni recursos suficientes para enfrentar una emergencia de esta magnitud.

Como ocurrió con Otis, los primeros días fueron de caos, confusión y desinformación. Los damnificados pasaron horas, incluso días, sin auxilio. Muchos se refugiaron en techos y escuelas, esperando a un gobierno que volvió a reaccionar tarde, con planes de emergencia activados cuando el desastre ya estaba consumado.

La presidenta Claudia Sheinbaum activó los Planes DN-III-E y Marina, desplegando más de 8 mil efectivos militares, pero la magnitud del desastre superó la capacidad operativa. El propio gobierno federal reconoce que los recursos no alcanzan para atender todas las zonas afectadas ni restablecer los servicios básicos con rapidez.

Veracruz, con 29 víctimas mortales y más de 29 mil viviendas dañadas, es hoy el epicentro de una tragedia que refleja la ausencia de una estrategia de prevención. Ni el Atlas Nacional de Riesgos ni los comités estatales de Protección Civil se activaron con anticipación suficiente para reducir los daños.

La Coordinación Nacional de Protección Civil mantiene el Comité de Emergencia en sesión permanente, pero los reportes son desalentadores: más lluvias en el centro y sur del país, infraestructura devastada, caminos intransitables y comunidades aisladas. El patrón de improvisación se repite sin que se asuma responsabilidad institucional.

El discurso oficial insiste en que se trabaja “sin descanso” y “con todo el apoyo del Estado”, pero los hechos desmienten la narrativa. Los censos de damnificados avanzan con lentitud, la entrega de despensas es insuficiente y los albergues improvisados no garantizan condiciones dignas ni seguras.

La tragedia confirma que, pese a las lecciones de Otis, el gobierno federal y los estados no fortalecieron su sistema de protección civil. La burocracia, la descoordinación y la falta de inversión en infraestructura preventiva siguen siendo la norma. Las alertas se emiten tarde y la respuesta llega después del desastre.

México enfrenta así otro episodio de muerte y destrucción que pudo evitarse. La negligencia institucional, el abandono de comunidades en riesgo y la carencia de políticas preventivas dejan claro que el país no aprendió de su pasado reciente. Hoy, la naturaleza vuelve a exhibir a un Estado rebasado e improvisando ante la tragedia.

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