Concierto entre el portazo y el activismo

Concierto entre el portazo y el activismo

Roger Waters llegó, vio y lo volvió a hacer; el músico británico dio un concierto en el Zócalo, lo llenó al tope, tocó sus grandes éxitos, criticó duramente a Enrique Peña, a Donald Trump y se unió a la causa de los 43 de Ayotzinapa, todo en medio de la aprobación de una multitud entregada.

Esa multitud que desde el viernes se fue conformando, precavida, por aquellos deseosos de alcanzar lugar hasta el frente y evitar un tumulto, que sabían, inexorablemente, llegaría hasta ellos, pero que no les importaba; todo valía con tal de ser uno de los contados afortunados que tendrían enfrente a Roger Waters, el mítico líder de Pink Floyd, quien en mancuerna con David Gilmour le pusieron rostro y sobre todo música a las causas de toda una generación.

Los menos previsores comenzaron a llenar el Zócalo desde temprano, unos desde las seis de la mañana sin haber comido ni bebido para no tener que ir al baño, otros menos reflexivos usaban las botellas de agua para solventar sus imperiosas necesidades, pero eso sí, sin ceder ni un milímetro de espacio a quienes ávidos esperaban el menor descuido para avanzar.

Todos, o la mayoría, crecieron con Pink Floyd, lo sienten como propio y aprovecharon la oportunidad del concierto gratuito para cumplir un largamente anhelado sueño. Al menos es el caso de Martín Ruiz, un hombre de 56 años, en ayuno total desde anteayer y quien simplemente repetía: “¡Después de ver a Roger Waters… ya me puedo morir!”

Pero así como hay incondicionales del músico británico, ordenados y disciplinados para estar a tiempo, los hay que, como en todo, no saben lo que es llegar temprano, y que esta vez se contaron por miles.

Aun cuando desde las seis de la tarde el Zócalo estaba a reventar, seguía llegando gente por oleadas. La policía de Mancera trataba de interponer vallas para evitar que siguiera entrando gente, pero el esfuerzo fue inútil y poco antes de las seis y media, al grito de: ¡portazo! ¡portazo!, se rompió en varias ocasiones el cordón de seguridad en la esquina de 20 de Noviembre y República de Uruguay.

Un grupo de granaderos intentó detener a los jóvenes que trataban de llegar, como fuera, a la plancha, en la que ya no cabía un alfiler y lo lograron a medias, pues contuvieron a una parte, pero el resto corrió hasta llegar al Zócalo, en donde apretaron aún más la ya de por sí compacta masa humana que comenzaba a escalar las marquesinas de los edificios, mientras por medio de altavoces se advertía: “El lugar está a su máxima capacidad”.

Y mientras en esa zona seguía la zacapela entre policías y gente que buscaba avanzar al menos unos metros, a las ocho en punto Waters saltó al escenario para cantar, de inicio, Speak to me… mientras seguía con Time, los altavoces del Zócalo insistían en que la plancha estaba ya a su máxima capacidad, lo que poco importaba a la multitud que coreaba con entusiasmo todas las estrofas.

En el ambiente flotaba la expectativa de que algo pasaría, sobre todo luego del concierto del pasado miércoles en el Foro Sol, donde el músico asumió su fase de activista y criticó duramente al Estado mexicano por el tema de los desaparecidos y también arremetió contra el aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, al que terminó calificando de un pendejo.

Mientras sonaba Wish you were here la tensión aumentaba, pues todos sabían que se acercaba el momento en que Waters siempre se sube en el caballo de The Wall para enarbolar y apoyar las causas sociales del lugar en el que se para.

Y no decepcionó cuando comenzó a tocar Pigs, el ya famoso cerdo inflable con el 43 y “Los queremos vivos” apareció en escena en medio del grito furibundo de una multitud enardecida, pues al mismo tiempo en la pantalla se podía leer claramente el ya lapidario “Trump, eres un pendejo”.

Cuando finalizaban los acordes de Another brick in the wall, que estuvo aderezada por un grupo de niños con playeras negras en las que se leía “derribemos el muro”, la multitud reaccionó y gritaron varias veces: “¡Fuera Peña!”, grito que repitieron continuamente cuando el músico volvió a leer su ya famosa carta al Presidente y terminó su concierto con un rotundo “!Viva México, cabrones¡”, luego de interpretar la infaltable Comfortably Numb.

Con información de Agencias

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