Burocracia y negligencia de gobiernos federal y estatales agravan tragedia por lluvias: México repite los errores del huracán Otis

Burocracia y negligencia de gobiernos federal y estatales agravan tragedia por lluvias: México repite los errores del huracán Otis

Un cóctel de burocracia y negligencia operativa en mandos de Protección Civil de al menos cinco entidades del país ha dejado un saldo preliminar de 41 muertos, cifra casi similar a la del huracán Otis en Acapulco. Los daños humanos y materiales se multiplican, mientras la autoridad se enreda en discursos.

El Gobierno de México confirmó 44 fallecimientos tras las intensas lluvias: 18 en Veracruz, 9 en Puebla, 16 en Hidalgo y 1 en Querétaro, aunque aún faltan víctimas por contabilizar en otros estados como Oaxaca y San Luis Potosí. Cientos permanecen desaparecidos, atrapados o incomunicados por deslaves e inundaciones.

Las lluvias extraordinarias, registradas desde el 7 de octubre, fueron provocadas por un sistema de baja presión y humedad del Golfo de México. Hasta el 11, se reportaban más de 120 municipios afectados, 16 mil viviendas dañadas y comunidades rurales completamente aisladas. Un escenario devastador que evidencia vulnerabilidad estructural.

Aunque el Servicio Meteorológico Nacional emitió alertas desde el 7 de octubre sobre lluvias extremas en Veracruz y el riesgo de desbordamientos, las evacuaciones preventivas fueron mínimas. En Poza Rica, los ríos  Pantepec y Cazones se desbordaron con fuerza, inundando zonas bajas donde las familias apenas tuvieron minutos para salvarse.

La Coordinación Nacional de Protección Civil y fuerzas federales activaron protocolos, pero su respuesta fue más reactiva que preventiva. En Veracruz, la Semar evacuó a 116 personas y habilitó 19 refugios temporales, mientras cientos permanecieron atrapados en comunidades rurales. La logística falló donde más se necesitaba presencia oportuna.

La gobernadora Rocío Nahle sobrevoló Poza Rica y Gutiérrez Zamora el 9 de octubre, y encabezó un comité de emergencia al día siguiente. Sin embargo, reportes locales indican que su equipo de Protección Civil no dimensionó a tiempo la magnitud del desastre. La descoordinación interna agravó los daños y el caos.

Aún más grave, el gobierno de Veracruz no renovó el seguro catastrófico contra desastres desde junio. Esa omisión burocrática ahora limita la reconstrucción y deja a miles de damnificados dependiendo de apoyos federales inciertos. La falta de previsión institucional repite patrones de irresponsabilidad vistos tras Otis en 2023.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha prometido que “nadie quedará desamparado”, coordinando reuniones diarias con gobernadores. Sin embargo, las promesas no compensan la falta de infraestructura, drenajes eficientes ni sistemas de alerta localizados en zonas indígenas. México reacciona tarde, gasta más en rescatar que en prevenir, y olvida cuando cesa la tormenta.

Este desastre revela una falla sistémica: la prevención sigue centralizada, burocrática y lenta. Las alertas se quedan en boletines, los municipios carecen de recursos y los refugios se improvisan. La cultura de simulación en Protección Civil convierte los protocolos en papeles inútiles cuando el agua rompe muros y vidas.

Negligencia, burocracia y descoordinación siguen cobrando vidas. México no aprende de sus tragedias naturales; reacciona con parches, discursos y promesas. Si el gobierno quiere evitar otro “Otis”, debe invertir en prevención real, profesionalizar Protección Civil y descentralizar las alertas. De lo contrario, las tormentas seguirán matando por omisión.

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