
POLÍTICA EXPRÉS | * Corte amaga a Salinas Pliego mientras aliados de la 4T gozan condonaciones: un fallo que huele a venganza
El fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación contra Grupo Salinas, emitido nada menos que el 13 de noviembre, día del cumpleaños 72 de Andrés Manuel López Obrador, no solo encendió las redes: también encendió alarmas. La coincidencia es tan quirúrgica que deja de ser casualidad para convertirse en mensaje político. No es justicia, es timing (elección del momento oportuno para realizar una acción). Y cuando la justicia se sincroniza con el pastel, el aroma no es de legalidad: es de revancha.
En una sesión exprés, la Corte resolvió 15 asuntos fiscales que arrastraban más de una década, relacionados con los famosos créditos fiscales que el SAT reclama a empresas de Ricardo Salinas por unos 48 mil millones de pesos en ISR, multas y recargos. Técnicamente, los ministros simplemente desecharon los amparos tras considerar que no tenían “interés excepcional”.
Políticamente, el golpe fue unánime, público y celebrado —como si se tratara de un acto revolucionario— por la presidenta Claudia Sheinbaum, quien no perdió oportunidad para rematar con un dardo: “mejor paguen impuestos y no campañas en redes”. El aplauso colectivo para el cumpleañero AMLO cerró la escena.
Pero la justicia no ocurre en el vacío. Salinas Pliego ha sido, quizá, el crítico más feroz de la 4T: mordaz, frontal, reiterativo. Ha acumulado 285 menciones en mañaneras, ha ridiculizado al gobierno en redes y, para colmo, ha coqueteado con una eventual candidatura presidencial rumbo a 2030. ¿Es coincidencia que el manotazo llegue ahora, con precisión quirúrgica y en la fecha simbólica perfecta? Puede haber tecnicismos jurídicos, sí; pero es imposible ignorar el tufo político de un fallo que parece dictado más por agravio acumulado que por estricta legalidad.
La gravedad del asunto no radica solamente en el monto fiscal, sino en la selectividad. Mientras a Salinas se le exige hasta el último centavo —y con razón, si la deuda está probada—, personajes cercanos a la 4T han recibido un trato diametralmente opuesto. Ahí está el caso de Epigmenio Ibarra, cuyas empresas obtuvieron condonaciones de multas y recargos por 7.5 a 14 millones de pesos, según registros del propio SAT. Esto ocurrió pese al famoso decreto de López Obrador que prometía poner fin a los “privilegios fiscales para los grandes contribuyentes”. Ibarra, amigo, productor y propagandista del régimen, fue exonerado administrativamente mientras el gobierno presume con trompetas que “nadie está por encima de la ley”. Justicia sin parejura no es justicia: es favoritismo con disfraz moral.
Este contraste revela el verdadero problema: la justicia fiscal selectiva. Cuando la ley se aplica con mano dura contra adversarios pero con suavidad contra aliados, el Estado pierde autoridad moral y credibilidad institucional. La Corte, al actuar justo en la fecha más políticamente simbólica para López Obrador, se convierte no en un árbitro de la Constitución, sino en un eslabón más del aparato que premia lealtades y castiga disidencias. Y lo peor: normaliza el mensaje de que el poder se ejerce no para garantizar justicia, sino para administrar venganzas.
Sí, México necesita que los millonarios paguen lo que deben. Sí, la evasión fiscal es real y corrosiva. Pero si el SAT perdona a los amigos y estrangula a los críticos, el discurso de “justicia social” se derrumba como retórica vacía. El caso Salinas Pliego no solo exhibe un conflicto con un magnate: exhibe el deterioro de la independencia judicial, del uso faccioso del aparato fiscal y de un gobierno que confunde justicia con ajuste de cuentas.
El mensaje está más que claro: para los amigos, gracia; para los adversarios, ajuste de cuentas. Y cuando la justicia es usada como arma política, deja de ser justicia y se convierte en un instrumento de poder. Ese, precisamente, es el verdadero regalo de cumpleaños.

