El Boom del mezcal causa sequía y contaminación en el campo oaxaqueño

El Boom del mezcal causa sequía y contaminación en el campo oaxaqueño

La euforia por la venta de mezcal en Oaxaca es tanta, que el número de marcas prolifera igual que los expendios en el centro de la ciudad capital, y los oaxaqueños, nacidos y crecidos en esta parte de México, ahora desembolsan poco más de 100 pesos por un “caballito” de espadín que hace un lustro costaba sólo 20.

Hasta hace poco, sobre este destilado de agave caía un sinnúmero de prejuicios y estigmas clasistas. Hoy la situación ha cambiado. El sector empresarial, arropado por instituciones gubernamentales enfocadas al turismo y desarrollo económico, ingenian estrategias comerciales para posicionar el consumo del mezcal en el mundo.

En entrevista para el portal Oaxaca Media, el gestor cultural Simeón René Calderón González habló desde su natal Tlacolula de Matamoros, sobre otro de los fenómenos que han llegado con la industrialización del mezcal: la apropiación cultural.

Su testimonio se suma al de mezcaleros, académicos y escritores que fueron entrevistados como parte del reportaje ‘Fiebre de agave, los costos ambientales de la industria del mezcal’, publicado en marzo pasado.

Los entrevistaron advierten sobre las consecuencias ambientales y los conflictos sociales> que el modelo extractivista de la industria genera en los pueblos oaxaqueños>, sin que existan esfuerzos concretos para regular la producción y democratizar las ganancias.

Aun así, a la industria del mezcal solo le bastó un par de décadas para consolidar un negocio de millones de dólares, que crece a costa de la identidad de las comunidades, forjada por generaciones en por lo menos medio siglo.

Así, tan sólo en 2021, la industria reportó ingresos de más de ocho mil millones de pesos> por la venta de 8.7 millones de litros de mezcal, producidos durante ese año en la región mezcalera de Oaxaca.

Toda industria es devoradora del espíritu y la materia. La frase es del escritor oaxaqueño Ulises Torrentera que en el 2000 publicaba estas líneas en su libro Mezcalaria, advirtiendo esta apropiación cultural.

Desde el patio de su casa, en Tlacolula, Simeón René coincide con Torrentera.

Para él, más allá de los dólares y de la popularidad que ahora tiene la bebida, la industria “ha convertido la identidad del mezcal en un museo. En un show, y a los pequeños productores en mano de obra barata de un sistema comercial que tiende a esclavizar su trabajo.

Simeón René resalta la importancia de capacitar a los productores para que sean ellos> los que se encarguen de cuidar el prestigio de la bebida y resguardar el conocimiento ancestral que les ha permitido destilar el agave de manera tradicional y a pequeña escala, sin que su esencia se altere por agentes extraños que tratan de homogeneizar para alcanzar nuevos clientes, sin importar su calidad.

Dicen que Oaxaca es muy pobre, pero no es cierto, tenemos una gran riqueza que ha sido mal administrada. Más allá de la moda, en Tlacolula de Matamoros y demás pueblos de los Valles de Oaxaca, no importa que no haya nada mientras haya mezcal.

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